Este poema lo escribí alrededor del año 2010. Es un poema simbólico, confesional y extremadamente íntimo. Espero el lector encuentre placer al descifrar el símbolo del Siroco, el nombre del viento cálido que sopla desde los desiertos de África del Norte hacia el sur de Europa produciendo oleadas de calor.
Preludio
Las nenas vienen marchando
con el siroco
¿Por qué si hay tantos peces en el mar
hemos bregado toda la noche
y no hemos pescado nada?
I
En días como estos
es cuando creo
que he escrito lo suficiente
y el Scirocco,
en cierto sentido,
me destroza.
Espumarme en otra boca
acantilando
en cierto sentido,
no me interesa.
Si importa tan poco,
¿por qué espero tanto?
Y el Sirocco sigue ahí,
como esperando.
He bregado toda la vida…
II
La Mujer revelada en éxtasis
en las pupilas.
Bajo la mesa lloriqueo,
el flujo de La Menarca
escurre hasta sus tobillos,
lloro como marica,
lloro como lo que soy.
Pido a la musa
que se aleje:
“ya no quiero ser poeta,
mientras escriba
me aplastará La Mujer”.
Sigo bajo la mesa
arrullado en la tormenta
es día rojo,
¿no lo sabías?
III
Son solo voces,
soy yo o somos.
Vibro de insomnio
en un acorde de Sciroco
ella sabe que es demasiado tarde
enciendo cerillos:
uno
dos
la revolución del cigarrillo
tres
¿siempre habré de ser violencia?
¿dónde huyo de ella?
Un amor sin dominación
follar sin falo
Musa, cuando dije que no quería ser poeta
mentía.
Musa,
mentía.
Hoy fui la violencia,
¿no vendrás hoy a consolarme?
IV
Domar la voluntad de la sed,
la estoy domando.
Nunca pensé
que sonreír
necesitara tanta fuerza.
Me estoy
acostumbrando al Siroco.